la cuerda triple

la cuerda triple

miércoles, 7 de septiembre de 2011


PROBLEMAS QUE NUNCA 
FALTAN EN UNA FUNCIÓN
Después de una siesta, suenan las campanas de la iglesia, ton, ton, ton. Sasha se levanta. Abre las cortinas y el vidrio de la ventana de extremo a extremo, sintiendo la suave brisa que acariciaba y hacía salir de su piel canela un aroma único de la mujer barranquillera, que acompañaban el fresco olor a tierra húmeda que brotaba de las innumerables montañas que a su alrededor se encontraban. Mientras su ojo enfocaba en un primer plano el reloj de la iglesia anunciando las doce en punto del medio día.   

Alejándose de la ventana, da un giro de trescientos sesenta grados con su cuerpo, acompañado de su mirada, que se quedaba fijamente detallando el folleto de la programación del 9° Festival de Cine Colombiano de Medellín. Dicho folleto se encontraba ahí, a la espera de ser abierto, tratando de levantar una de las puntas de sus páginas para dar a conocer su programa académico y la muestra central de las películas que se hallan en los portales colombianos y que son estreno mundial.

Al acercarse, lo toma y lee la clausura del festival centrando su mirada en la cuarta franja negra que decía con letra mayúscula color blanco Los Colores de la Montaña, una película colombiana dirigida por Carlos César Arbeláez de Colombia/Panamá, publicada en el 2011 y que cuya duración es de 94 minutos. La película sería transmitida en el Parque Biblioteca España (Santo Domingo Savio), a las cuatro en punto de la tarde.

Sasha, una mujer alta, esbelta, con su largo cabello rizado, hasta los hombros, contextura delgada, con 20 años, que da pie para impresionarse en su agradable y armoniosa apariencia. Se coloca su largo vestido color rosa que ceñía su escultural figura, y termina de arreglarse, adornando su peculiar belleza con un poco de maquillaje y dos pinzas que sostenían de lado y lado una pequeña porción de su cabello, para dirigirse a la estación del metro más cercano y finalmente llegar al Parque Biblioteca España a ver la película Los Colores de la Montaña y hacer parte de la innumerable cantidad de personas amantes del cine colombiano que fueron pieza fundamental en la programación gratuita del festival, ya que con su presencia y buena conducta, permitieron que se diera un buen desarrollo y clausura.

Al llegar, estando el radiante sol en una media parte de su esplendor, anunciando que eran las cuatro en punto de la tarde, entra Sasha a la biblioteca dirigiéndose al teatro. Al estar debajo del cuadrado marco de la entrada derecha de éste, había una multitud de personas entre adultos, jóvenes y niños que formaban una neblina de un olor penetrante a sudor que cubría todo el recinto. Pero ella tratando de olvidar el fuerte olor, entra y busca en que asiento ubicarse, ya que una parte de estos se encontraban en mal estado.

A unos cuantos minutos de sentarse, siente que penetra en sus ojos un flash de luz que empezaba a expandirse en la pantalla, luz que cambio la expresión en la cara del grupo de personas que esperaban ver proyectada la película. Pero qué triste, porque todos mantenían una sonrisa que acompañaba la esperanza de algo que no iban a ver, puesto que ya a las cuatro y cincuenta y nueve, se podía sentir sin necesidad de mirar, a la gente revoloteando en el puesto y la película nada que se reflejaba. Cuando de pronto de manera inesperada, aparece frente a la tarima María Alejandra Rúa representante de Confama y dice que “tuvieron una falla eléctrica en el auditorio y que esa fue la causa de que no pudieran amplificar el sonido y que se estuviera presentando una interferencia con el video –continua diciendo- toda la semana estuvieron usando la cabina, pero ese día como que tuvieron una descarga eléctrica, porque la luz también se afectó y a pesar de que utilizaron el plan B, agotando todas las posibilidades de nada les sirvió”.

Finalmente, después de que dan sus disculpas y cancelan la proyección de la película y que casi todos los presentes se habían ido, se acerca uno de los encargados del festival a decir “que si querían verla subieran a otra sala más pequeña que estaba llena de libros, mesas y unas sillas pequeñas, donde tienen un plasma y ahí la podían presentar”. 
Las pocas personas que se encontraban, mirándose a la cara, deciden aceptar y ver la tan esperada película que no era sólo eso, sino un resumen de ideas mezcladas entre la realidad y percepción que tenían unos jóvenes de Colombia. Mostrándonos que “los caminos de la vida no son como uno piensa ni como los esperaba”, frase que se encuentran plasmada en la canción que termina haciendo parte de la estructura narrativa de Los Colores de la Montaña, que lleva como título “Los Caminos de la Vida” de Los Diablitos, un grupo musical de Vallenato.